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domingo, 28 de septiembre de 2008

De la necesidad del Enamoramiento...


A veces no me entiendo y como no me entiendo yo, no entiendo al mundo…

Quisiera salir de éste periodo/semana/días donde mi humor está tan gris y nublado como el clima, éste síntoma terrible de la modernidad me ataca de cuando en cuando.

Detesto ésta sensación de apatía tirándole a auto-malvibre, sin embargo, la cura para éste mal está usualmente en enamorarme, enamorarme del diseño y las formas que conforman una nueva ilustración, enamorarme de un libro o un autor, enamorarme de una canción y su cantante, y sobre todo, ENAMORARME con mayúsculas, de una persona en mi entorno cercano. He de decir que mi último enamoramiento terminó mal, como usualmente me sucede, terminó conmigo hastiada de los hombres que conozco, que parece que son siempre los equivocados, pero sobretodo hastiada de mi misma, ya que me molesta más que las cosas no se den, a que se den mal; a sabiendas que ambos planteamientos anteriores tienen como principal culpable usualmente a la escritora de éstas líneas….

Éstas vacaciones que terminaron, mi enclaustramiento en el servicio y en mi casa no me permitió más que enamorarme de un músico (que por supuesto no conozco en persona y con el que sólo hablé en mi imaginación), además de pequeños encuentros fugaces con uno de mis tantos amores imposibles ((no el antes mencionado, porque sufro de una condición llamada corazón de vecindad))-éste si habita en mi entorno.

Y es que he de explicar una cosa sobre mí misma:

Soy una enamoradiza patológica. Para mí, el enamoramiento es como las vitaminas, que si bien no te mueres por no consumirlas, su carencia evita el buen trabajo del cuerpo y sus funciones, y yo si no estoy enamorada no funciono. Me deprimo, me harto, estoy de mal humor y mi gandayez aumenta exponencialmente, es cuando no estoy enamorada que sale la verdadera perra en mí, la verdadera bruja maldita; es cuando a los que están a mi alrededor les tocan las granadas que usualmente me trago para que me exploten a adentro y no afuera en el mundo real, es cuando sale la verborrea, cuando no razono y mis opiniones son planas y superfluas… En pocas palabras cuando soy la peor versión de mí. Me transformo también en ave de rapiña, buscando una pobre víctima que sacie mi apetito voraz, y a falta de carne de calidad a veces acabo por conformarme con cualquier carroña, bajo el lema todo sea por sentir, ah no, perdón, comer, eso es parte de la patología del enamoradizo compulsivo

Ni siquiera quiero pensar en que estoy perdiendo una apuesta contra mí misma y diciembre estaré bailando con un muñeco inflable pagado por mí…

No me queda más que desear (más que esperar) que el clima cambie pronto…